viernes, 4 de diciembre de 2009

La resistencia en de Certeau

En La invención de lo cotidiano, Certeau desarrolla su concepción sobre las resistencias cuando aborda las nociones de estrategia y táctica. Es en la oposición que establece entre ambas donde se ubica un núcleo sustantivo de sus desarrollos: un abordaje complejizador de la dominación y el señalamiento de una politicidad de lo cotidiano cuyo signo es el conflicto y no la introyección del orden; la tensión y no la pasividad.

Su teoría advierte sobre el límite de la dominación, de la disciplina, del orden; destaca la incompletitud de cualquier estrategia de dominación. Su mirada se desplaza desde la constatación de la reproducción de lo existente hacia la potencialidad de transformación de lo existente; desde los movimientos que confirman una asimetría hacia aquellos que desafían la magnitud de esa asimetría. Certeau nos propone un corrimiento de mirada, de atención y, me animo a afirmar, que con ello resignifica la amplitud del horizonte temporal que transformamos en objeto de comprensión; invitándonos a, como apunta Jean Paul Sartre: “descubrir el porvenir” en las actuales contingencias de la cotidianeidad.

Sus preocupaciones no son ajenas a esa pregunta polémica y vital de las ciencias sociales en torno a ubicar aquello que desborda la sujeción de los sujetos. Se trata de dar cuenta de la indeterminación constitutiva de una relación de poder. Los desarrollos de este autor resultan sumamente atractivos cuando nos invita a inmiscuirnos en la creatividad cotidiana que; elusiva, dispersa, fugitiva, hasta silenciosa, fragmentaria, y artesanal construye “maneras de hacer”: maneras de circular, habitar, leer, caminar, o cocinar, etc. Ya no se trata sólo de pensar en la productividad del poder, del ejercicio del poder; sino en la productividad de las micro-resistencias movilizadas a partir de las prácticas cotidianas; porque “no hay prácticas sin uso”, por eso Certeau habla de practicantes y no de consumidores

Esa “otra producción” que se transforma en presagio, no de la reproducción sino de la transformación de lo dado; no evidencia de la estática y el peso de lo inercial en las relaciones de fuerzas sino testimonio de la disputa y del movimiento como signo distintivo de esas relaciones. El autor de “La invención de lo cotidiano” reflexiona sobre las aperturas de la cuadrícula disciplinaria, sobre aquellos movimientos siempre parcialmente inasibles, inaccesibles e incapturables que desafían los dispositivos de poder.

En su concepción las resistencias poseen ese “fundamento específico” y con ello quiero decir, intentando aclarar por la negación, que no son simples prácticas invertidas de la dominación; no son contra-producciones disciplinarias. Ello significa destacar la capacidad afirmativa, creativa y fundante de las resistencias. Entiendo que ello posee derivaciones epistemológicas sustantivas ya que las resistencias adquieren, para Certeau, una inteligibilidad propia.

El aspecto mencionado, el fundamento específico de las resistencias, requiere de mayores explicitaciones aunque anticipo el carácter preliminar de las mismas. Si insisto en este aspecto es porque en diversas lecturas de Foucault se ha llegado al límite de borrar esa especificidad cuando las mismas son abordadas como simples “fallas de los ejercicios de dominación”. Las transformaciones de las formas de dominación, de las estrategias, son analizadas, entonces, en sus propias metamorfosis, en sus “perfeccionamientos sucesivos”.

En el marco de estas problematizaciones se ubica un interrogante central, ya destacado al inicio de este artícucomo ya mencioné más arriba: ¿las resistencias surgen a raíz de lo que designamos como “fallas” de la dominación; como efectos indeseados o inesperados del ejercicio del poder del sujeto dominante de esa relación?; o por el contrario: ¿el ejercicio de las resistencias establece un límite a ese ejercicio de poder; son las resistencias activadas las que obligan a una transformación de las formas de dominio? Seguramente se trata de un interrogante difícil de resolver ya que la propia concepción dinámica de las relaciones sociales impide aislar acontecimientos o ubicar causalidades. Extremando la argumentación estimo que en el primer caso, podría volverse irrelevante, teórica y empíricamente, el estudio de las resistencias; alcanzaría con estudiar las diversas formas de ejercicio de la dominación, las contingencias como emergentes “exógenos” y las nuevas configuraciones de poder surgidas para resolverlas.
En el segundo caso, en cambio, se reconocería que el ejercicio de la resistencia posee un poder disruptivo, inesperado, fundante y afirmativo. Es en la respuesta a este segundo interrogante donde ubicamos los análisis de Michel de Certeau.

A demás de fantasear con el concepto de resistencia en de Certeau, creo que es importante también referirse a otro núcleo problemático: aquello que se constituye en práctica de resistencia. Más allá del fundamento específico como punto de partida para el análisis de las resistencias: ¿son, por ejemplo, el silencio o la elusión prácticas de resistencia?; ¿es posible, en el análisis del autor, concebir una dimensión colectiva de las resistencias?

Puedo decir que estas preguntas responden a una preocupación que se intensificaba a medida que avanzaba en la lectura de los escritos del autor, y pude elucubrar en lo siguiente: Certeau incurre en una sobrevaloración de las resistencias, en cierta exaltación que podría implicar el doble riesgo de vaciar la noción por saturación y derivar en lecturas políticas ingenuas. En consonancia con esta apreciación será discutido en lo que sigue si la perspectiva del autor en cuestión es una nueva “versión” de la romantización de las resistencias que con asidero cuestionara ya Abu-Lughod como consecuencia de la proliferación de perspectivas que las volvieron autónomas y ajenas de las relaciones de poder.

Los interrogantes y preocupaciones planteadas vuelven necesaria una alusión a dos nociones claves del historiador francés: las nociones de estrategia y táctica. Citaré textualmente a Certeau para avanzar y fundamentar con mayor profundidad lo esbozado en el párrafo anterior.

“llamo estrategia al cálculo (o a la manipulación) de las relaciones de fuerzas que se hace posible desde que un sujeto de voluntad y de poder (una empresa, un ejército, una ciudad, una institución científica) resulta aislable. La estrategia postula un lugar susceptible de circunscribirse como algo propio y de ser la base donde administrar las relaciones con una exterioridad de metas o de amenazas”

“llamo táctica a la acción calculada que determina la ausencia de un lugar propio. Por tanto ninguna delimitación de la exterioridad le proporciona una condición de autonomía. La táctica no tiene más lugar que el del otro. Además debe actuar con el terreno que le impone y
organiza la ley de una fuerza extraña [...] es movimiento “en el interior del campo de visión del enemigo” […] No cuenta con la posibilidad de darse un proyecto global ni de totalizar al adversario en un espacio distinto, visible y capaz de hacerse objetivo” .

La estrategia se ancla en un lugar propio que posibilita a la vez una variedad de formas de dominio: dominio (relativo) del tiempo; dominio visual, óptico y panóptico; dominio de los saberes, conocimientos y verdades. La capacidad de aislar un lugar propio es la que permite asignarle al “otro” una situación de dependencia, de ajenidad, de ausencia de autonomía. Esa es la forma en que funciona la estrategia según Certeau; su propiedad sobre un lugar (lugar de poder, lugar físico, lugar teórico) es una suerte de condición de posibilidad para su eficacia.

Por el contrario, es la carencia de esa condición lo que define la táctica, su máxima debilidad y a la vez su potencial condición de fortaleza. Pero se trata de una fortaleza siempre signada por la debilidad, porque como citamos Certeau sostiene que “no cuenta con la posibilidad de totalizar al adversario”. El sujeto que practica las tácticas no es un sujeto sujetado, pero sí limitado a una suerte de resistencia subordinada. Entonces, en definitiva, la táctica es sólo la máxima fortaleza del débil.

¿Cómo operan las tácticas, cuáles son los modos de ejercicio del poder de los carentes de un lugar propio? Certeau afirma que las mismas son eficaces en sus operaciones sobre el tiempo: la táctica debe actuar sobre el instante, asegurar desplazamientos rápidos e inesperados, crear sorpresas, escabullirse. La resistencia se ejercita por la astucia del débil en sus intromisiones sobre el tiempo.

Hasta aquí, como en otros abordajes del poder y la resistencia; el del autor corre el riesgo de sustancializar el poder; porque la táctica es de aquellos signados por un despojo, por “la ausencia de poder” para “darse un proyecto global”. La subalternidad de los carentes de un lugar propio aparece de este modo fijada como condición. De acuerdo a lo postulado surge el siguiente interrogante: ¿hay posibilidad de alterar la magnitud de las asimetrías pero no su sentido?
Si Certeau define de este modo las tácticas y la estrategia y si esto nos llevaría a responder provisoriamente la pregunta precedente de manera afirmativa; es importante destacar que este autor desprende “sorpresivamente” de la carencia “la posibilidad de convertir la posición más débil en la más fuerte”.

De manera disruptiva, y entiendo que también contradictoria, el autor refiere la posibilidad de inversión de la relación de fuerzas. En todo caso, en ocasiones, el autor parece situar esta esperanza de inversión en los efectos de “articulación” de esas tácticas astutas del instante. Una erosión ínfima, breve, de avances y retrocesos que multiplicada sacude los cimientos del poder.
¿Cuáles son los aspectos más endebles de esta perspectiva? No se trata de cuestionar a Certeau sino simplemente de dar cuenta de la politicidad de su teoría e indagar los alcances de las resistencias. Por ello, plantearé dos nuevas reflexiones: en primer lugar, en torno a la dimensión colectiva; en segundo lugar, a la relación poder-subjetividad. En ambos casos ubico las dificultades para imaginar la posibilidad de inversión de las relaciones de fuerza.

Me interesa destacar la imposibilidad de concebir la eficacia de la táctica, la dimensión colectiva de la resistencia. Porque la táctica es tal cuando resulta inesperada, imprevisible, fugaz y sorpresiva. Es esa utilización del tiempo, la del movimiento rápido, la que parece contradecir la construcción de vinculaciones entre tácticas diseminadas. La construcción de lo colectivo requiere de un proceso de identificación y de organización, de prácticas de representación, de definición de repertorios de acción, de formas de toma de decisiones; etc.

Un ejercicio colectivo de las resistencias, entonces, pierde necesariamente esa posibilidad de aprovechamiento del instante. Certeau está pensando en resistencias individuales ya que aquello que les otorgaría una dimensión colectiva haría fracasar esa máxima fortaleza de los débiles. Por este motivo, pienso que Certeau si bien se refiere en ciertas ocasiones a “una multitud de tácticas articuladas”, concibe únicamente una coexistencia de tácticas, una simultaneidad de resistencias cuya característica es la dispersión y no la articulación.

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