miércoles, 23 de septiembre de 2009

Motel Kissme en Cali, Colombia










La fachada del motel Kissme es bastante sugestiva. Luces de neón verdes que insinúan las formas vegetales de un lugar que invita a consumar, nuevamente, ese encuentro amoroso que según las sagradas escrituras, ocurrió por primera vez en el paraíso terrenal. En el Kissme todo parece girar en torno al tema del Edén, a recrear ese lugar mítico, a escenificarlo. A la entrada los visitantes son recibidos por Eva, quien rodeada de leones y aves, los invita a seguir para deleitarse en los más sugestivos y seductores ambientes. Es un motel temático en el que cada habitación recrea aspectos propios de este Edén contemporáneo, sus territorios, sus culturas, sus imaginarios: está la Suite Americana, en la que además de los íconos de rigor (bandera, colores, panorámica de Nueva York) hay dos esculturas sentadas en una mesa jugando al ajedrez. Una es la de Osama Bin Laden, quien parece estar ganándole la partida a un George Bush que se lleva las manos a la cabeza por la súbita pérdida de sus dos torres. Al fondo se ven las cortinas de plástico amarillas que señalan el lugar por donde puede entrar el carro. A la derecha, un par de aves paradisíacas que también hacen parte del comité de bienvenida del Kissme, en el que sin lugar a dudas, podrían hospedar a los curadores que vienen a Cali a hacerse un panorama, ver obra, dar talleres curatoriales y, por supuesto, a todos aquellos a los que les interesa el tema de las curadurías. Además de la Suite Americana, hay otras veinte habitaciones, cada una escenificada a partir de un tema distinto, lo que propicia una experiencia de lo curatorial más allá de la que emana de las blancas, neutras, rígidas e impolutas salas de los museos y espacios de arte convencionales. En la parte posterior del Kissme hay otra entrada (fuertemente protegida por dos guerreros medievales). Una vez se cruza el umbral, se llega a otro mundo, habitado por musas, personajes mitológicos, fantásticos y de las tiras cómicas, como el Condorito que sostiene con orgullo el televisor en la Suite Amazónica, de cuyo techo se desprenden hojas de variados tamaños que recrean el más selvático y tórrido de los ambientes.

sábado, 5 de septiembre de 2009

¿Cyber- Flâneur?


¿Cyber- Flâneur?






El paradigma y gran avance de la sociedad contemporánea es la red. El mapa que vemos de la traza urbana de una ciudad, con sus calles, puntos y regiones, podemos relacionarlo con un mapa de red. Así también funciona el entendimiento de la sociedad urbana: como una red.

El matemático Nikos Salingaros argumenta que: las fuerzas que hacen que la ciudad funcione son generadas por la diversidad de cambio de información entre diferentes tipos de nodos. Lo que podemos entender es que las redes también son una forma de pensar, una madera de leer el mundo, una manera de actuar en el mundo y una manera de compenetrar en el mudo.

El paradigma de las redes está más presente en las teorías contemporáneas; pero si pensamos en la red como una forma de reflexión sobre una sociedad urbana, podemos resaltar la importante transformación en el pensamiento social que estaba en formación en esos momentos.

Con esto quiero decir que la figura del Flâneur, que es parte fundamental de la construcción de una ciudad, entorno o
contexto, también esta haciendo reflexiones sobre una ciudad y


en sí mismo es una forma de pensar. Si trasladamos al Flâneur al mundo de la red, otra entidad creada por los descendientes de Abel y Caín, con todo lo que eso implica, también tenemos una sociedad nómada o el Flâneur nómada que va indagando o navegando por un espacio, si virtual, pero que en un punto llega a ser realidad en el momento de la, lo que llama W. Bemjamin, explosión, que es cuando el Flâneur, como consecuencia de su pasear, acaba por proyectar una idea, objeto o acción que lo libere de esa no realidad, es entonces cuando logra compenetrarse en ambas sociedades, la virtual y la humana.
Por eso, a diferencia del pensamiento modernista, con sus planes monofuncionales y sociedades ideales, grandes industrias que facilitaran el trabajo y la eliminación total de conceptos como cambio o creación, es necesario pensar que la sociedad no se conciba como un sistema de funcionamiento perfecto sino una red de objetos y acciones contingentes, articuladoras y desestructurantes de otras redes o pensamientos, una sociedad que constantemente genere reflexiones con ayuda de la figura del Flâneur.
Fig. 1: 7 Childlike Uses of Warlike Material de Robert Ffilliou
Fig. 2: Guide psychogeographique de Paris. 1957 Guy Debord.

Hablo de una ciudad

Enrrique Metinides
Nacho López


HABLO DE LA CIUDAD




Novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrda y resucitada cada día, convivida en calles, plazas, autobuses, taxis, cines, teatros, bares, hoteles, palomares, catacumbas, la ciudad enorme que cabe en un cuarto de tres metros cuadrados inacabable como una galaxia, la ciudad que nos sueña a todos y que todos hacemos y deshacemos y rehacemos mientras soñamos, la ciudad que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos, la ciudad que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir, la ciudad que brota de los párpados de la mujer que duerme a mi lado y se convierte, con sus monumentos y sus estatuas, sus historias y sus leyendas, en un manantial hecho de muchos ojos y cada ojo refleja el mismo paisaje detenido, antes de las escuelas y las prisiones, los alfabetos y los números, el altar y la ley: el río que es cuatro ríos, el huerto, el árbol, la Varona y el Varón vestido de viento —volver, volver, ser otra vez arcilla, bañarse en esa luz, dormir bajo esas luminarias, flotar sobre las aguas del tiempo como la hoja llameante del arce que arrastra la corriente, volver, ¿estamos dormidos o despiertos?, estamos, nada más estamos, amanece, es temprano, estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en otra, idéntica aunque sea distinta, hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros, y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva, hablo de la ciudad construida por los muertos, habitada por sus tercos fantasmas, regida por su despótica memoria, la ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y que ahora me dicta estas palabras insomnes, hablo de las torres, los puentes, los subterráneos, los hangares, maravillas y desastres, El estado abstracto y sus policías concretos, sus pedagogos, sus carceleros, sus predicadores, las tiendas en donde hay de todo y gastamos todo y todo se vuelve humo, los mercados y sus pirámides de frutos, rotación de las cuatro estaciones, las reses en canal colgando de los garfios, las colinas de especias y las torres de frascos y conservas, todos los sabores y los colores, todos los olores y todas las materias, la marea de las voces —agua, metal, madera, barro—, el trajín, el regateo y el trapicheo desde el comienzo de los días, hablo de los edificios de cantería y de mármol, de cemento, vidrio, hierro, del gentío en los vestíbulos y portales, de los elevadores que suben y bajan como el mercurio en los termómetros, de los bancos y sus consejos de administración, de las fábricas y sus gerentes, de los obreros y sus máquinas incestuosas, hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento, del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones (¿por qué, para qué, hacia dónde?), de los hospitales siempre repletos y en los que siempre morimos solos, hablo de la penumbra de ciertas iglesias y de las llamas titubeantes de los cirios en los altares, tímidas lenguas con las que los desamparados hablan con los santos y con las vírgenes en un lenguaje ardiente y entrecortado, hablo de la cena bajo la luz tuerta en la mesa coja y los platos desportillados, de las tribus inocentes que acampan en los baldíos con sus mujeres y sus hijos, sus animales y sus espectros, de las ratas en el albañal y de los gorriones valientes que anidan en los alambres, en las cornisas y en los árboles martirizados, de los gatos contemplativos y de sus novelas libertinas a la luz de la luna, diosa cruel de las azoteas, de los perros errabundos, que son nuestros franciscanos y nuestros bhikkus, los perros que desentierran los huesos del sol, hablo del anacoreta y de la fraternidad de los libertarios, de la conjura de los justicieros y de la banda de los ladrones, de la conspiración de los iguales y de la sociedad de amigos del Crimen, del club de los suicidas y de Jack el Destripador, del Amigo de los Hombres, afilador de la guillotina, y de César, Delicia del Género Humano, hablo del barrio paralítico, el muro llagado, la fuente seca, la estatua pintarrajeada, hablo de los basureros del tamaño de una montaña y del sol taciturno que se filtra en el polumo, de los vidrios rotos y del desierto de chatarra, del crimen de anoche y del banquete del inmortal Trimalción, de la luna entre las antenas de la televisión y de una mariposa sobre un bote de inmundicias, hablo de madrugadas como vuelo de garzas en la laguna y del sol de alas transparentes que se posa en los follajes de piedra de las iglesias y del gorjeo de la luz en los tallos de vidrio de los palacios, hablo de algunos atardeceres al comienzo del otoño, cascadas de oro incorpóreo, transfiguración de este mundo, todo pierde cuerpo, todo se queda suspenso, la luz piensa y cada uno de nosotros se siente pensado por esa luz reflexiva, durante un largo instante el tiempo se disipa, somos aire otra vez, hablo del verano y de la noche pausada que crece en el horizonte como un monte de humo que poco a poco se desmorona y cae sobre nosotros como una ola, reconciliación de los elementos, la noche se ha tendido y su cuerpo es un río poderoso de pronto dormido, nos mecemos en el oleaje de su respiración, la hora es palpable, la podemos tocar como un fruto, han encendido las luces, arden las avenidas con el fulgor del deseo, en los parques la luz eléctrica atraviesa los follajes y cae sobre nosotros una llovizna verde y fosforescente que nos ilumina sin mojarnos, los árboles murmuran, nos dicen algo, hay calles en penumbra que son una insinuación sonriente, no sabemos adónde van, tal vez al embarcadero de las islas perdidas, hablo de las estrellas sobre las altas terrazas y de las frases indescifrables que escriben en la piedra del cielo, hablo del chubasco rápido que azota los vidrios y humilla las arboledad, duró veinticinco minutos y ahora allá arriba hay agujeros azules y chorros de luz, el vapor sube del asfalto, los coches relucen, hay charcos donde navegan barcos de reflejos, hablo de nubes nómadas y de una música delgada que ilumina una habitación en un quinto piso y de un rumor de risas en mitad de la noche como agua remota que fluye entre raíces y yerbas, hablo del encuentro esperado con esa forma inesperada en la que encarna lo desconocido y se manifiesta a cada uno: ojos que son la noche que se entreabre y el día que despierta, el mar que se tiende y la llama que habla, pechos valientes: marea lunar, labios que dicen sésamo y el tiempo se abra y el pequeño cuarto se vuelve jardín de metamorfosis y el aire y el fuego se enlazan, la tierra y el agua se confunden, o es el advenimiento del instante en que allá, en aquel otro lado que es aquí mismo, la llave se cierra y el tiempo cesa de manar; instante del hasta aquí, fin del hipo, del quejido y del ansia, el alma pierde cuerpo y se desploma por un agujero del piso, cae en sí misma, el tiempo se ha desfondado, caminamos por un corredor sin fin, jadeamos en un arenal, ¿esa música se aleja o se acerca, esas luces pálidas se encienden o apagan?, canta el espacio, el tiempo se disipa: es el boqueo, es la mirada que resbala por la lisa pared, es la pared que se calla, la pared, hablo de nuestra historia pública y de nuestra historia secreta, la tuya y la mía, hablo de la selva de piedra, el desierto del profeta, el hormigüero de almas, la congregación de tribus, la casa de los espejos, el laberinto de ecos, hablo del gran rumor que viene del fondo de los tiempos, murmullo incoherente de naciones que se juntan o dispersan, rodar de multitudes y sus armas como peñascos que se despeñan, sordo sonar de huesos cayendo en el hoyo de la historia, hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida.

Octavio Paz

Palabras que nos identifican

Andreas Gurski



Palabras que nos identifican




Navegar Internet
Pavimentar Calles
Bombardear Ciudades Invadir
Viajar Bajo tierra
Abandonar Identidades
Abusar Espectaculares
Perderse Multitud Sumergirse
Resguardar Identidad
Inventar Rutas
Sobrevolar Azoteas Aventurar
Tender Ropa

jueves, 3 de septiembre de 2009

Habitar el objeto artístico


Si partimos de que la primera gran separación de la humanidad fue el nomadismo y el sedentarismo, 2 formas muy distintas de apropiarse del espacio y así de la percepción, tendríamos que cuestionarnos entonces que es lo que el espacio nos muestra a pesar de él mismo.
Observar la ciudad a través del tiempo y entender las consecuencias del tiempo por medio de las ciudades es una forma de compenetrar en ella y participar de ella.
Entre estas miradas se encuentran las de Gordon Matta-clark.

Sus obras son la reivindicación del esplendor que se vino a menos, la posibilidad crear entornos independientes que tengan un discurso propio y no se agote en sí mismo, talvez el atrevimiento de sus anarquitecturas inspiradas en la idea de transformación de la materia, se confronten con las nuevas arquitecturas. La fotografía de Matta-clark nos ilustra de manera muy concreta el concepto de arquitectura nómada: vacío infinito desabitado y a menudo impracticable; un desierto o un océano. Vicente Jarque explica que la intención de Matta-Clark tenía que ver con un esfuerzo de rehabilitación ciudadana, por mediación del arte, de espacios urbanos degradados y, por tanto, perdidos para el buen uso público. La espectacularidad que Matta-Clark lograba con una sola apertura de ese amplio agujero en la fachada, el juego con la luz que de pronto inundaba el interior de aquella estructura, hizo -según palabras de Vicente Jarque- que algunos calificaran la obra como evocativa de una especie de "catedral".





Uno de los aspectos mas interesantes de la arquitectura es la armonía del espacio con la materia, esto lo logra por ejemplo Miguel Angel, ¿pero que pasa cuando hay una preocupación por lograr que en esa armonía participemos los seres humanos? Bernini por ejemplo siendo escultor, siente la necesidad de habitar el arte.
Tal es el ejemplo de Rachel Whiteread, en el que podemos sentirnos Paseantes en mismo objeto artístico o desde otro puto de vista, podemos adentrarnos en esos planos urbanos para ver la estructura, sus calles y plazas. Son no calles que esperan se llenas de contenido desde nuestro imaginario colectivo o individual.



Nos muestra una obra de ciudad, una realidad de la vivienda olvidada, casi una denuncia, tosca y burda que nos remiten a los suburbios, podemos compararlo con el concepto que tiene Thomas Hirschhorn, quien nos deja ver en su obra la sociedad de desechos, en todos los sentidos, en la que nos encontramos, como escribe Francisco Javier San Martín: lugares de deriva, de acumulación y desorden, radicalmente alejadas de cualquier complacencia de lo bello, lugares sin composición, sin "armonía".


La obra de este artista nos muestra esos no lugares es decir esos propiamente contemporáneos de confluencia, donde personas en tránsito deben instalarse durante algún tiempo de espera, sea a la salida del avión, del tren o del metro que ha de llegar. Apenas permiten un furtivo cruce de miradas entre personas que nunca más se encontrarán. Los no lugares convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. El usuario mantiene con estos no lugares una relación contractual establecida por el billete de tren o de avión y no tiene en ellos más personalidad que la documentada en su tarjeta de identidad. Atento al uso de las palabras, releyendo los lugares descritos abre nuevas perspectivas para conceptualizar una antropología de la sobremodernidad, que podría ser también una etnología de la soledad de la condición humana contemporánea, lugares marginales de los que sólo hacemos eco en momentos puntuales, una parte de la ciudad que dejamos de lado, como si se tratase de un tumor, pero que sigue allí y que, afortunadamente, ya forma parte definitiva de ella. Hoy le llamamos orgullosamente: Modernidad, aprendimos a sustituir el oro por la mierda.
En mejores palabras de Zymunt Bauman: (Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias) La producción de "residuos humanos" -o, para ser más precisos, las poblaciones "superfluas" de emigrantes, refugiados y demás parias- es una consequiencia inevitable de la modernización. Y también se trata de un ineludible efecto secundario del progreso económico y la búsqueda del orden, característicos de la modernidad.


Es importante, si estamos hablando de arte o arquitectura en los espacios urbanos, mencionar la obra de Andreas Gurski, que nos adentra en un mundo mecánico en el que, a diferencia de otros arquitectos o artistas, perdemos la noción del espacio y material, sin embargo queda muy claro el entorno urbano y la apropiación del mismo. Nos pone en evidencia una sociedad de consumo pero la saca de contexto y la convierte en una gran máquina de texturas y formas, el concepto modernidad en Andreas Gurski radica en la repetición de formas vivas en el espacio.

miércoles, 2 de septiembre de 2009



Francis Alÿs: micropolítico del arte

Francis Alÿs no es un extranjero que entra a una cultura desde una visión independiente, sino se constituye en torno a la reinvención de una serie de prácticas culturales que tienen como consecuencia la conformación de una posibilidad de estudio de las prácticas de la vida cotidiana. Su quehacer artístico es un trabajo de campo que realiza en la calle, en los mercados de los suburbios urbanos, filtrándose en silencio en las masas para extraer una serie de ideas y gestos que se cuajan en un objeto, pero más allá del objeto físico, por un lado, hay un impulso que genera pensamiento y crítica, por otro lado es interesante observar cómo estas ideas y gestos transforman nuestra forma de percibir el mismo entorno, y nos da la posibilidad de replantearnos el contexto en el que vivimos y en el que somos en distintas situaciones, de hecho, en esta práctica, hay implícita una revelación de lo que nos funda, nos identifica y nos relaciona con esas prácticas culturales de forma cotidiana.

Todo empieza cuando al llegar a México se encuentra con una ciudad latina, descubre que el centro de la ciudad es el lugar de trabajo de un artista. Bajo las ideas del Fluxus, se convierte en un vagabundo de las calles, crea eventos micropolíticos sin la intención de arreglar los problemas sociales, sino generar repeticiones que algún día lograrán un cambio. Su relación con el concepto del Flâneur tiene que ver con el concepto de ciudadanía que pasea por las calles recopilando no ideas burguesas o de oficina, sino que hace que el arte sonoro de lo cotidiano y urbano le permita realizar un tributo a la ciudad que lo envuelve y hace que con cada obra que realiza se vaya compenetrando en ella.
Viajes





Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reunen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.



Julio Cortazar